La higiene de manos salva vidas
.- Mójate las manos con agua limpia y corriente, ya sea tibia o fría. Aplica bien el jabón y haz espuma. Frótate las manos vigorosamente durante al menos 20 segundos. Recuerda frotar todas las superficies, incluso el dorso de las manos, las muñecas, los espacios entre los dedos y debajo de las uñas.
Uno de los hábitos que más se ha promovido en el mundo es el lavado o la higiene de manos, como parte esencial de una cultura de autocuidado y prevención. Sin embargo, hasta el año 2020, a raíz de la pandemia por la COVID-19, se masificó esta sana costumbre, que se convirtió en protagonista de los medios de comunicación y redes sociales, y en una recomendación imprescindible en diversos espacios sociales, laborales y familiares.
Hoy, el llamado es uno solo: apenas disminuya y se controle la pandemia, como todos esperamos, no debemos cambiar esa conducta que adquirimos de lavarnos las manos bien y con frecuencia.
Razones para ello hay múltiples: El lavado de manos salva vidas, es la medida más económica, sencilla y eficaz para reducir el riesgo de infecciones y hace parte de las recomendaciones en la lucha contra la resistencia antimicrobiana (RAM), una de las 10 principales amenazas para la salud pública a las que se enfrenta la humanidad.
La ciencia, la investigación y los datos estadísticos respaldan esta medida. Las manos se convierten en vehículo y mecanismo de transmisión por contacto para diversos microorganismos. Por ejemplo, cuando una persona tiene gripa y tose puede ‘lanzar’ al ambiente hasta 3.000 gotas de secreciones y en ellas pueden estar diversos tipos de gérmenes, que pueden sobrevivir hasta 30 horas en superficies o fómites, dependiendo del material del que estén hechos y del tipo de microorganismo.
Es así como las manos, en el marco de la pandemia por la COVID-19, han sido consideradas un mecanismo de transmisión del virus, ya que cuando están sucias lo transportan a nariz, ojos o boca, y a partir de allí ingresa el coronavirus al cuerpo, se multiplica y se desarrolla la enfermedad.
En el campo de la atención en salud también se ha documentado que es posible que se transmita una infección indirectamente al tocar objetos contaminados con microorganismos procedentes de un paciente infectado (por ejemplo, estetoscopios o termómetros) o superficies del entorno del paciente (como barandales de las camas) y, posteriormente, transmitirla a otros pacientes e incluso al mismo personal de salud.